Hunt: Showdown 1896 - The Son of Gunpowder

Este DLC contiene un cazador, dos armas y un consumible: - Conspirador (cazador) - Brasas de la Corona (Martini-Henry) - Sabotaje Real (Scottfield) - Furia Ancestral (inyección de vitalidad) Ciertos rumores empezaron a extenderse por las cubiertas de la flota atlántica británica: la gente decía que había un traidor entre sus filas. Los dos barcos que se hundieron cerca de Cabo Verde no naufragaron por accidente, y el responsable tenía que estar, por fuerza, entre los supervivientes, que fueron sometidos a un interrogatorio. Tres de ellos fueron declarados culpables de conspiración y, por ello, cruzaron la tabla. Sin embargo, eso no evitó que esa misma noche se hundiera otro barco. Se desató la locura entre los soldados, y los oficiales ejecutaron a los supervivientes que quedaban de los barcos hundidos. Una vez evitada la crisis, la calma regresó a la flota... hasta que empezó a brotar fuego y petróleo de la nave principal en una explosión que arrasó la armada. Una docena de barcos acabaron bajo el mar, pero encontraron al culpable: un solo y humilde oficial. Con la única ayuda de su rifle de servicio, un revólver y una intensa afición por destruir cosas usando pólvora, había acabado con la flota entera. Un crimen tan atroz exigía escarmiento y humillación públicas; no podían arriesgarse a que otros aspirantes a rebeldes siguieran su ejemplo. En el juicio, confesó ser Francis Fawkes, heredero de Guy Fawkes y de la misión que había empezado en vida. Lo condenaron a arder en la pira. El 5 de noviembre, el Conspirador fue exhibido por las calles y quemado en una hoguera histórica: atado, enmascarado y vestido como una efigie para que sufriera el escarnio del resto de la marina. Las llamas derritieron su piel y soldaron la máscara a su rostro. En plena agonía y en medio de un sueño febril, recuerdos de la infancia le inundaron la mente: los gemidos de su padre enfermo, las lágrimas amargas de su madre indigente y la nana de una abuela de salud delicada. Se preguntó qué clase de vida habría llevado si la historia hubiera sido distinta. El Conspirador, ciego de rencor, vivió lo suficiente para que el fuego quemara sus ataduras. Quienes sobrevivieron a su cólera afirman que descendió con un aplomo tan inquietante como regio. El público huyó y varios hogares ardieron mientras el Conspirador iba en busca de agua. A día de hoy, esas calles siguen siendo un amasijo de escombros y cenizas. Satisfecho con su obra y decidido a rematar algún día la misión del Complot de la Pólvora, el Conspirador desapareció. En cuanto se enteró de que podía ganarse bien la vida y dar un buen uso a su talento, se dirigió al pantano para continuar con la cruzada de su vida.